Sapa es una localidad situada en el noroeste de Vietnam, muy cerca de China. Se trata de una zona montañosa, una región atractiva, escarpada, aislada y remota, muy conocida por sus llamativas terrazas de arroz, por los impresionantes paisajes de montaña y por la variedad de grupos étnicos que habitan el entorno.

Sapa y los alrededores son muy tentadores para hacer trekking y para pasear sin prisas por senderos que discurren entre arrozales y atraviesan pequeños poblados en los que se puede apreciar de cerca el transcurrir cotidiano de las distintas etnias de la zona. El paisaje es de una belleza única y vale la pena perderse entre esos caminos que bordean las terrazas de arroz labradas a mano. En el trayecto siempre aparecen niños pequeños que juegan solos. Caras sucias que miran a los forasteros con curiosidad. Sus padres trabajan en los cultivos. Las mujeres con tocados de colores, la mayoría rojos, en la cabeza. Son de la etnia Hmong o Dao Do. Todas sonríen. Un momento y unos lugares muy apropiados para sacar la cámara o el móvil y hacer fotografías de recuerdo.

Aunque la gente es atenta y no manifiesta ningún tipo de rechazo, aquí y en cualquier otro lado, cuando uno interfiere con la población local sale a flote el papel del turista, la intromisión en las vidas ajenas, la agresión de las cámaras fotográficas y el derecho de estas gentes y de todo el mundo a mantener su intimidad.

Por una parte es bien cierto que somos gentes extrañas, intrusos, seres ajenos que se cuelan sin permiso en su hábitat, que interfieren en su actividad y en alguna medida alteran sus vidas. Por otra es verdad también que nuestra presencia supone una inyección económica en la zona y en las personas que es muy necesaria y muy bien recibida. Posiblemente la postura adecuada sea la del decoro, la del respeto, la que suponga la menor injerencia y la que favorezca algún tipo de contrapartida o intercambio.
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