domingo, 7 de enero de 2018

Bayon, el templo de la sonrisa


Una sensación inquietante te invade cuando te adentras en el templo Bayon y levantas la vista. A tu alrededor, desde todos los ángulos, cientos de ojos te persiguen, te atraviesan. Miradas enigmáticas, caras medio sonrientes, medio amenazantes, imprimen un tono misterioso y un tanto inquietante al lugar. No puedes evitar sentirte atravesado por esas sonrisas petrificadas, ser abrumado por esas máscaras gigantes con expresiones de ironía bondadosa.


El templo Bayon se encuentra en el núcleo de Angkor Thom, que a su vez es el corazón de la antigua capital del reino jemer. Dentro de la ciudad amurallada de Angkor Thom, el templo de Angkor Wat es el más admirado y el que acapara todas las atenciones, pero otro templo espectacular y posiblemente el que causa más estremecimiento a la enorme cantidad de turistas que visitan Camboya es el templo Bayon, el templo de la sonrisa. Su seña de identidad son las grandes caras de dos metros de altura que decoran las torres del templo y que acompañan al visitante en todo momento durante su estancia en el mismo.




Fue construido en el siglo XII por Jayavarman VII, el rey que abandonó el hinduismo y se convirtió al budismo. Las 54 torres decoradas con caras gigantescas que miran hieráticas hacia los cuatro puntos cardinales son la característica fundamental del templo. Se cree que las caras son las del rey Avalokiteshvara o Jayavarman VII. Es impresionante andar por el templo vigilado por todas esas máscaras vigilantes desde hace más de 8 siglos.

sábado, 6 de enero de 2018

La monumentalidad vencida de Angkor


Resulta verdaderamente impresionante poder apreciar de cerca el abrazo mortífero que la naturaleza ha dado a los legendarios templos de Angkor.
























Desde el siglo IX los templos de Angkor se han ido levantando majestuosos en mitad de la espesa jungla camboyana. Los jemeres han tenido que abrirse paso en medio de un bosque poderoso para arañarle los espacios precisos que les permitiesen construir una morada para sus dioses, han tenido que hacerse un hueco en este frondoso paraje selvático en el que la naturaleza goza de máximo esplendor. Invadida y sometida por la mano del hombre no ha tenido más remedio que bajar la guardia y a regañadientes consentir la edificación de estos impresionantes templos que ahora puede admirar todo el mundo.

La actuación progresiva del hombre sobre el medio se ve circunstancialmente interrumpida a finales del siglo XVI como consecuencia del abandono radical que se hace durante muchos años de los templos y de la ciudad. La monumental Angkor queda entonces allí desangelada y silenciada durante siglos. Ignorada por el hombre, solitaria y vencida, convertida en ruinas no tarda mucho en volver a ser pasto de la naturaleza.


A lo largo de este largo período secular de silencio en el que la presión humana sobre el medio natural desaparece, la vida en la jungla se crece, continúa desarrollándose, vuelve a recuperar su ritmo anterior y reabre su camino a través de la ciudad olvidada. Poco a poco los muros de los templos han sido rodeados y en buena medida digeridos por la selva dueña del entorno, que reclama de nuevo su dominio. Ahora, árboles de descomunales dimensiones aprisionan los muros, toman al asalto los monumentos y cogen fuerza para retomar el protagonismo de la naturaleza en el lugar reservado a los dioses. Una vez que el hombre se repliega, que sus actuaciones dejan de agredirla, la naturaleza se levanta de nuevo, recupera la compostura y poco a poco cicatriza sus heridas. Con resolución, lenta pero infatigablemente, va devorando los restos de los templos que se han quedado a su alcance. Ninguna obra del ser humano, por grandiosa que sea, puede vencer jamás al paso del tiempo.


Dentro de este complejo espectacular de Angkor solo las construcciones más nobles de las antiguas ciudades jemeres han conseguido atravesar el túnel para llegar hasta nuestros días. Y lo han hecho a duras penas. Las de menor orden, de madera o bambú, fueron sin contemplaciones tragadas y digeridas por los siglos. El musgo centenario que se incrusta en las piedras legendarias de los templos de Angkor pone en evidencia la monumentalidad vencida del imperio jemer que alumbró entre los siglos IX y XVI, una de las grandes civilizaciones del continente.


viernes, 5 de enero de 2018

Angkor Wat, el templo afortunado

Angkor Wat se considera el máximo exponente de la arquitectura jemer
Angkor Wat es sin duda el templo más famoso de Angkor y del que los camboyanos se muestran más orgullosos. Tanto es así que su silueta aparece en la bandera oficial del país y en los billetes de curso legal. Es el vestigio arqueológico más evidente de una realidad mucho más fascinante y asombrosa que solo ahora estamos empezando a conocer en toda su magnitud.

El templo de Angkor Wat fue construido por Suryavarman II en el siglo XII y es el que mejor se conserva de todos porque realmente es el único que nunca fue del todo abandonado. Se trata de un templo hinduista, inicialmente dedicado al dios Vishnú, que destaca por ser el de mayor tamaño de todo el complejo.

Las primeras informaciones que llegan a Europa de los célebres templos de Angkor se datan en 1601 y son debidas a un franciscano español, Marcelo de Ribadeneyra, que en un libro habla de una antigua gran ciudad en el reino de Camboya, con importantes edificios de los que tan solo quedaban ruinas. 

Los misioneros españoles avanzaron por el río Mekong hasta cerca de Phnom Penh y allí se  encontraron restos de la gran ciudad que hubo tiempo atrás en el lugar. Alguno de ellos, como Rivadeneyra o como fray Gabriel Quiroga de San Antonio en su "Relación de los sucesos de la Cambodja" publicado en 1604, dejaron constancia por escrito de las ruinas halladas, que correspondían al que fuera centro religioso y capital de los reyes jemer (khmer) desde su fundación en el siglo IX hasta su abandono a principios del siglo XV. Quiroga fue el primero en citar el nombre de Angkor Wat para referirse a estas ruinas.

Angkor Wat (Ciudad que es un Templo) es el mayor monumento religioso del mundo

Tras el asalto y la masacre del destacamento español en 1599, los misioneros abandonaron el país y los templos de Angkor cayeron en el olvido hasta que en 1860 el naturista francés Henri Mouhot viajó a la zona y quedó maravillado con lo que pudo admirar: "Uno de estos templos [Angkor Wat], rival del templo de Salomón y erigido por algún antiguo Miguel Ángel, podría ocupar un puesto de honor junto al más bello de nuestros edificios. Es más grandioso que los que nos dejaron Grecia o Roma".  La descripción de Mouhot fue la espoleta que despertó el interés de Europa por los templos camboyanos y desde entonces se considera que él ha sido el auténtico descubridor de Angkor.

Los monjes budistas nunca abandonaron el templo
Apsaras, bailarinas celestiales, adornan los muros






martes, 2 de enero de 2018

Angkor, la ciudad perdida




En las inmediaciones de Siem Reap se encuentra el que es, sin ningún lugar a dudas, el mayor atractivo turístico de Camboya y uno de los conjuntos monumentales más importantes del mundo. 

Los llamados templos de Angkor son la mayor estructura religiosa jamás construida por el ser humano y un importante vestigio arqueológico de la realidad fascinante y asombrosa que atesoraba el lugar y que ahora, con el paso del tiempo, estamos empezando a conocer. 

Bajo esta denominación un tanto ambigua se encuentra un extraordinario complejo que engloba más de mil templos. La mayoría de ellos ronda los mil años de edad y prácticamente todos han estado totalmente abandonados a su suerte durante varios siglos. Uno de los grandes enigmas que los científicos tratan ahora de descifrar es la razón por la cual han estado deshabitados y perdidos durante tanto tiempo. 
El recinto formaba parte de la ciudad sagrada de Angkor, capital del imperio jemer (khmer). Este reino, nacido en el siglo IX, gozó de gran prosperidad durante más de seiscientos años, en los que experimentó una considerable expansión, creciendo a gran velocidad tanto en tamaño como en población. Los estudiosos consideran que Angkor llegó a convertirse en la mayor urbe de la era preindustrial, rivalizando con la Roma imperial, el Bagdad del califato abasí, o Xián, la capital del imperio chino. Hasta que en el siglo XV se esfumó misteriosamente. 

Arqueólogos y científicos han tratado de encontrar una explicación a esta sorprendente desaparición. Hoy se manejan diferentes teorías para explicar cómo una gran ciudad, que se sabe podría tener alrededor de un millón de habitantes y un tamaño similar al área metropolitana de Nueva York, acaba convertida en ruinas y engullida por la selva. La más extendida habla de una larga época de sequías alternadas con lluvias torrenciales, que prácticamente inutilizaron los campos para la agricultura. Tras varias décadas de grandes hambrunas en estas condiciones, los habitantes de Angkor no tuvieron más remedio que emigrar de la ciudad para sobrevivir.