sábado, 9 de diciembre de 2017

Can Cau, el mercado de color




Allá arriba al final de las montañas, allá donde Vietnam se confunde ya con China, en esa esquina escondida en la que el tiempo se mueve al ritmo de las cosechas, las viviendas son de tosca madera vieja, las mujeres hilan ellas mismas el algodón para confeccionar los vestidos con los colores de su etnia, la tierra se trabaja todavía a mano y el campo se ara con búfalos o bueyes. Allá arriba el terreno es áspero, obliga al aislamiento, al silencio, a la distancia y las gentes bajan desde el cielo una vez por semana a aprovisionarse y charlar con el mundo en Can Cau, el madrugador, concurrido y colorista mercado que anima los sábados.



En Can Cau se encuentran los lugareños y los demás en un espacio plagado de arrozales que se tiñe de alegría festiva con la fusión de los llamativos colores de los trajes. Los de los H´mong con los Red Dao y los de los Thai con los Nung. Se cruzan los dialectos, los acentos, las miradas, se emparejan las etnias, se transmiten las noticias, se mezclan las sonrisas. Todo se funde en esta feria singular al amor de la lumbre que humea en los braseros de las improvisadas cocinas.



Muchos acuden a la cita en moto. Para otros muchos supone una dura jornada caminando el poder llegar a la feria. Y hay que hacerlo antes de clarear porque el ajetreo comienza con el alba. Incluso desde las aldeas chinas de Nanning, Kumming o Linzhou acuden los paisanos a hacer las compras o a airear públicamente sus productos. En Can Cau se vende de todo en esta semanal jornada festiva, desde cerdos o búfalos hasta semillas de plantas medicinales pasando por toda clase de aperos de labranza, viandas o seda hilada de diferentes colores. Todo lo que pueda ser necesario para ir desenredando el día a día aislados en medio de una geografía poco complaciente. 


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