domingo, 31 de diciembre de 2017

De Vietnam a Camboya por el Mekong



Las grandes civilizaciones de la antigüedad y las principales ciudades de la modernidad se han asentado junto a los ríos, tanto por la necesidad de comunicación (los ríos navegables han sido los principales caminos de la humanidad durante milenios) como de suministro de agua potable y fuente de alimento. Basta recordar a las culturas egipcias que se han generado a orillas del Nilo o las civilizaciones mesopotámicas surgidas a lo largo del Tigris y el Éufrates, así como las numerosas capitales europeas situadas sobre el Danubio o en el Rin.


Los ríos juegan un papel fundamental en la historia de las civilizaciones y el caso del Mekong no es menor. Este enorme y valiosísimo caudal de agua se considera un regalo divino que vietnamitas y camboyanos agradecen a los dioses, al que rinden culto y aprovechan para ganarse la vida. El paso de un país a otro por vía fluvial es una buena oportunidad para comprobarlo. El viaje en barco, además de interesante es una auténtica delicia que tiene como telón de fondo un escenario de película, en el cual las gentes del entorno faenan sobre las aguas del Mekong, se desplazan de un lado a otro por su cauce, riegan los campos y crecen y se desarrollan en sus orillas.




El control de entrada a Camboya y los trámites para el visado se realizan en un sencillo puesto fronterizo de lo más rudimentario, con un carácter marcadamente militar, en el que por desgracia tuvimos algún contratiempo que nos alteró la macha, aunque por suerte se resolvió sin mayores problemas. Una cuestión en principio menor, como que el pasaporte no tuviese páginas en blanco para estampar el visado, nos frenó el paso, nos obligó a abandonar el barco en el que pretendíamos entrar en Camboya y a quedar retenidos en el puesto aduanero de Kaam Samnor-Vinh Xuong en medio de la nada. Unas horas de desconcierto en la frontera, despegar del pasaporte la pegatina con el visado de otro país, 150 dólares para sobornar al policía de aduanas y un taxi fueron suficientes para devolvernos la libertad y la ilusión de visitar los templos camboyanos.


Nada más entrar en la parte camboyana se empiezan a apreciar las primeras diferencias. Da la sensación de ser un país algo más pobre (aunque de hecho, oficialmente no es demasiada: Vietnam ocupa el lugar 119 y Camboya el 135 en las listas que elabora el FMI según el producto interior bruto per capita) y se perciben también diferencias arquitectónicas, los tejados abandonan las tejas con forma de bambú y empiezan a convertirse en preciosos salientes picudos. La arquitectura jemer de esta zona puede asemejarse un poco a la tailandesa, aunque tiene un aspecto muy peculiar y reconocible a primera vista.

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